Ya sólo queda la esperanza de esa epifanía tantas veces retratada en la ficción. Esa magia que puede devolver la vida a lo que ya no lo tiene. A mí. Confiar en el destello que no llega, capaz de redimir toda la decepción y la tiniebla de cada día. El destello que entierre tantos años de errar perdido.
El destello que no llegará.
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