Me pregunto

Me pregunto si una mujer a sus treinta y cinco, casada desde hace tal vez seis o siete años, cuando su marido se marcha tres semanas de vacaciones con los amigos a practicar windsurf sobre las olas del Pacífico, si esta mujer de treinta y cinco, sola durante veinte días, se masturba como haría cualquier ser humano. Porque no tengo claro que una mujer de treinta y cinco, casada seis o siete años atrás, con un marido surfeando la espuma de coral, es un ser humano o ha trascendido a otra categoría. Y meditando esta cuestión que se ha vuelto capital para mí, ocupo el infinito de mi insomnio.

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