De profundis

Pero es que nadie, tras varios minutos de su vida sentado en el inodoro con los pantalones en los tobillos, cagando copiosamente, se plantea la siguiente reflexión: He transportado esto en mi interior durante un tiempo, tal vez días. Lo llevaba dentro cuando acompañé al niño al colegio, o en el supermercado haciendo la compra esta tarde, o cuando me acerqué a ver a mi madre con lo que sobró del bizcocho de cerezas. Lo voy trasladando conmigo por la ciudad. Ha estado en la cola de correos, cruzando por el paso de cebra de la Gran Vía, mirando libros en el Círculo de Bellas Artes y sentado en el cine. Con seguridad ya lo tenía dentro cuando hicimos anoche el amor.

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