Ceremonias minúsculas
Acaba de cumplir 35 años, la entrada de su vagina es de cuero. Sigue despertando la líbido caduca de sus compañeros de trabajo, perdedores de nuestra sociedad enferma. No queda tiempo para declaraciones de amor, todos hablan un idioma extranjero. Lo celebra invitando a tarta de manzana en la sala de videoconferencias. El jefe aporta la botella de cava que sobró de las últimas navidades. Simulan brindar felices pero sólo lo son cuando la abrazan por turnos y sienten sus tetas aplastarse contra sus pechos huecos. Por decirlo con precisión: no es felicidad, sino un sucedáneo diluido, lo más que consiguen aproximarse a aquel sentimiento exclusivamente infantil.
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Ned Racine
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