Vivir con sarna. Gritarle al teléfono móvil en el aparcamiento del aeropuerto. Apretarse suavemente los globos oculares a través de los párpados mientras se da de vientre, diciéndose, sin llegar a creerlo,
el sol sale para todos, por animarse mientras espasmos eléctricos recorren el desgarrado músculo anular y lágrimas de dolor resbalan por tu rostro contraído y ya viejo.
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