Cuatro cuervos peleándose con acritud y saña sobre el tejado frente a mi ventana, graznando, echándose la uñas, plumas volando sobre la calle, son los responsables de que aproximadamente la última media hora sí haya merecido la pena vivirla. Luego se han ido con sus arremetidas, sus raudas colisiones, sus cuellos erizados y la algarabía a otros tejados fuera de mi ojo y me han vuelto a dejar vacío.
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