No me gustan los libros que hablan de desolación
Certifico que me he instalado en un trabajo, un sueldo, unas inquietudes y una vida de pequeño burgués. Los restos que dejo en el pocillo del aseo tienen una consistencia reprochable y la inflamación de las encías no termina de sanar. Otros elixires pequeño burgueses no los disfruto, sin embargo. Amantes masculinos y femeninos; vacaciones organizadas; mascotas con plumas. Mi compañera de trabajo tampoco me invita a sus cenas y en su cumpleaños como un pedazo de la tarta que trae a la oficina al igual que el resto del departamento, sin que haya guiños especiales o un coito extemporáneo en los vestuarios. Me fijo mucho en aquellos que decidieron llevar una vida heterodoxa y constato que son más infelices que yo, que envidian mi sopa de sobre en el microondas y el calendario del supermercado en la pared de entrada del apartamento. Visillos no tengo porque no me importa que vean mi casa vacía, las manchas en el sillón, ni el brillo mortecino del televisor en la madrugada.
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Ned Racine
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