A propósito de Virginia
Mi compañera de oficina un domingo por la mañana, desnuda en la cama, un hombre le abraza por la espalda, deslizando la palma abierta de la mano por su vientre, por sus muslos canela, mientras espera a que prenda el incendio en su entrepierna. Mi compañera, una autómata del trabajo, supongo, aunque me cuesta, que tiene una faceta sexual. Ni una sola palabra en siete años que no se refiriese a la profesión, una esfinge, todas las tardes dos horas extras para preparar reuniones del día siguiente. Pero también hay en el día horas en las que no estoy sentado junto a su escritorio, no la escucho teclear, tomar notas con su pluma plateada ni huelo el aroma de su piel fresca, horas como las de un domingo por la mañana, solo en mi cama. Mientras la imagino entregándose sin condiciones al sexo, mi compañera se entrega sin condiciones al sexo.
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Ned Racine
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