Es el fin

La mujer que tanto nos excita, la compañera de trabajo a mitad de sus treinta, en su punto, el físico por el que tanto he vertido en el suelo del baño, está embarazada. Lo hemos sabido hoy. Ha supuesto para mí una conmoción terrible. Su cuerpo perfecto ha iniciado ya un proceso todavía invisible. Tenemos que hablar de lo que esta noticia implica. Nuestra compañera se ha enfangado. No encuentro una metáfora válida, sólo puede describirse: otro hombre se ha derramado en su interior blando y rosa; cascadas de esperma escurriendo de la vagina, muslos abajo. En su interior un brote se mueve. El vientre se tornará primero mullido, muy apetecible, antes de hincharse obscenamente después. Los pechos atraerán con mayor intensidad aún a nuestras vergas como el norte magnético a la aguja de una brújula. Nuestra compañera, que en sueños nos pertenecía, se entregaba a otros, a tumba abierta, fuera de ellos. Y con esta constatación pierde definitivamente todo el sentido el edificio enfermo levantado durante tantos años. Es el fin.

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