Vacío

Tengo que pasear al niño. Durante dos horas me lo llevo, metido en su carrito de bebé, dormido bajo la manta, para que mi amiga, su madre, resuelva un compromiso. Camino con el niño por los parques de la ciudad, por sus calles silenciosas que escojo con cuidado para que no se despierte. Paseamos despacio porque no tenemos más objetivo que rellenar el tiempo, no hay que llegar a ningún destino.

El niño se despierta y mira. Todavía no sabe hacer nada más que mirar. Ríe poco, apenas produce sonidos, se mueve algo y mira mucho. Este niño inmaculado, puro en su totalidad, que no sabe que en apenas veinte años estará completamente envilecido, como el resto de nosotros, como yo. Desencantado, descreído, cínico. Transido de envidias, esclavo de adicciones. Vapuleado por enfermedades. Envenenado de mentiras. Por el momento sólo duerme y mira, inocente, el último resquicio de bondad que existe en este mundo en ruinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario