Lugares comunes

He matado a la araña del cuarto de baño. Falta uno apenas una semana de casa y ella se aventura a conquistar todo mi espacio.

Yo le tengo pánico a las arañas, pero a ésta la permitía vivir conmigo. Habíamos alcanzado una suerte de contrato no escrito de convivencia, por el cual compartíamos el cuarto de baño y yo cedía el disfrute de la esquina tras el inodoro sin pedir nada a cambio. Todas las mañanas, al ir a ducharme, la observaba inactiva, oscura en su tela, y arrugaba la nariz de asco pero no actuaba contra su presencia. Ha sido ella quien se ha extralimitado, aventurándose a explorar todo el territorio del baño. La he hallado, ofreciendo un grotesco espectáculo de contraste, sobre la higiénica superficie de la bañera, su negro cuerpo constituyendo un blanco perfecto, objetivo sobre el que ha caído la certera zapatilla tañendo la chapa. Un recorte de papel ha protegido a la suela de la salpicadura, mientras que el agua ha arrastrado los restos por el sumidero. Los restos de un contrato social quebrantado unilateralmente, que ha sido juzgado, sentenciado y ejecutado en esta tarde de miércoles en el mismo lugar de los hechos: el cuarto de baño de mi miserable vivienda de alquiler.

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