A propósito de Sandra
No es la recreación obsesiva y enferma del perdedor. Es el presente. Es una compañera de trabajo con un cuerpo sano. Es una vagina que lo desea. Es un marido de viaje por las antípodas desde hace más de dos meses. Hay honradez, respeto y confianza matrimonial, sí, pero esta es la segunda década del siglo XXI. El anillo en tu dedo no es un grillete, tus ideas trasnochadas sí lo son. Transitas la treintena y tus entrañas te lo están pidiendo, te despierta todas las mañanas el síndrome de abstinencia. Yo tengo lo que quieres, ¿qué nos detiene? No tenemos que formalizar un contrato indefinido. Consiste en concurrir circunstancialmente en el concubinato. Quedemos a follar y colguemos en el armario tus remilgos, que tan infeliz te hacen. Quememos la cama y olvidémoslo todo: Tu moral antigua; el que en circunstancias normales yo no despertaría tu lujuria; que tu marido se está cepillando a todas las indígenas de las islas; que el mundo es una mierda y ya te has aburrido del consolador naranja o, tal vez, es que se le han agotado las pilas. Encontrémonos, emborrachémonos y démonos una sesión de sexo para olvidar. Consiste en claudicar circunstancialmente ante la concupiscencia.
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Ned Racine
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