El cine ha explotado bien el recurso visual y acústico del estuche escrotal columpiándose y restallando fiero contra el perineo femenino. Incontables las veces que hemos deslizado la mano dentro del pantalón para empuñar la erección que semejante paisaje nos provocaba. Y ahora, que lo escucho a través de la ventana del patio acompañado por los gemidos de mi vecina, la universitaria de tercero, sólo puedo dar gracias por el favor que nos está haciendo y sentir envidia porque mi escroto se balancee, simultáneamente, en el vacío, sin impactar sobre mujer.
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