Una burbuja abriéndose paso lenta, pegajosamente, a través de la uretra hasta emerger por la rendija del glande, minutos después de eyacular. En la soledad de tu apartamento de soltero, salón y dormitorio en el mismo espacio, la cocina en un armario empotrado y tan sólo el aseo separado tras una puerta. La ropa de la semana cuelga arrugada, amontonada sobre el respaldo de una silla y los restos de la cena de anoche se secan sobre la mesita frente al televisor. Es tu vida desde hace once años y probablemente lo será durante el tiempo que te reste. La sensación de la uretra vacía, sus paredes de nuevo replegadas sobre sí mismas, te devuelve un equilibrio que durará muy poco, unas horas de paz tal vez, hasta el próximo ataque de ansiedad.
En una película alguien dice: "I can't change my physical appearance. I can't change my age. I can't change my limitations. I've to accept my fate. I've to accept the misery of the reality of my life." Y yo estoy de acuerdo.
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